La
noción de información nace del verbo informar (informare en latín) que
significa "dar una forma". En lo sucesivo, su definición
aparece como indisociable de los cambios tecnológicos recientes donde se toma
conciencia que la información es una entidad específica, incluso una entidad
cuantificable, cuando pertenece al vocabulario de la informática, la biología o
las telecomunicaciones (como conjunto de signos codificados). La información
será comprendida aquí, entonces, como un almacenamiento de datos (mensajes,
signos, símbolos) transformado por el proceso de comunicación. Esta
comunicación permite al ser humano crear significados nuevos, interpretar los
mensajes y transformar las ideas y los conocimientos dialogando con el prójimo.
Se
trata entonces de estudiar la función de la información en el seno de las
Relaciones Internacionales a fin de comprender cuál es su dimensión
estratégica. Para ello conviene analizar, en primer lugar, lo que permite
postular la existencia de una función estratégica de la información. Luego,
podremos determinar por medio de qué procedimientos la información puede llegar
a ser estratégica en las relaciones internacionales, es decir, la cuestión de
su transformación y de su utilización. Por último, en esta fase podremos
evaluar claramente las consecuencias de un valor estratégico sobre las
Relaciones Internacionales.
La
primera pregunta que se plantea ante cualquier análisis de las implicaciones
estratégicas de la información es: ¿Tiene la información una función
estratégica?
Versión española,
publicado in: « Terrorismo Global : Gestión de información y servicios
de inteligencia », Diego Navarro Bonilla, Miguel Angel Esteban
Navarro(coords), edisión Universidad
Carlos III de Madrid, Madrid 2006. pp 273-288.
Para
responder a esta pregunta hay que estudiar la eventual relación entre la
estrategia y la información. La estrategia remite al arte de dirigir un
conjunto coordinado de acciones racionales que apuntan a un objetivo. Para
alcanzar su fin, este conjunto de acciones debe ser substituido por un amplio
conocimiento de las consecuencias de estas acciones. La efectividad de una
estrategia depende de un perfecto conocimiento del objetivo a alcanzar y de la
facultad para anticipar las reacciones del adversario. Se deduce directamente
la función esencial que desempeña la estrategia en la conducta de las
Relaciones Internacionales ya sea en tiempos de paz o de guerra. En efecto, un
Estado para hacer valer sus intereses diplomáticos o militares debe poder
anticipar las reacciones de los demás Estados. Ahora bien, para anticipar las
reacciones del prójimo es necesario conocer sus objetivos. Robert Dahl (01)
definía el poder como la capacidad de actuar sobre la probabilidad de los
resultados de una situación determinada. El conocimiento y el saber aparecen
entonces como los fundamentos del poder.
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